jueves, 16 de diciembre de 2010

‘The Sound of Silence”

La exposición “The Sound of Silence” es indudablemente una meditación sobre el fotógrafo Kevin Carter y su obra. En una nota más profunda podríamos decir también que de su obra se derivan consideraciones tanto éticas como estéticas. La forma en que Alfredo Jaar narra esta historia y a los elementos que este acude para presentarlos la vida de Kevin Carter de una manera verdaderamente única y especial invita indirectamente a reflexionar sobre el aspecto técnico, histórico y artístico de la fotografía como tal. Se hace, a través de la exposición, un elogio a la fotografía como medio tecnológico y artístico y a su capacidad reveladora de los hechos. Se hace además un appel a dos valores que suelen ser atribuidos a ésta: el valor exhibitivo y el valor cultual. El primero: el valor exhibitivo esta ya implicado a priori: por la naturaleza propia de la fotografía y la reproducción técnica que esta implica. En su obra, La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, Walter Benjamin afirma que “el valor exhibitivo comienza a reprimir en toda la línea al valor cultual; pero que éste no cede sin resistencia ya que ocupa una última trinchera que es el rostro humano”.[1]
Aunque en este caso no se puede hablar concretamente de “un rostro” (en la fotografía que realiza Kevin Carter el sujeto, la niña, se encuentra en “posición fetal” mirando hacia el suelo) el valor exhibitivo no supera al cultual. No lo supera por la propia presencia de la pequeña en la imagen. Según Benjamin, “[…] cuando el hombre se retira de la fotografía, se opone entonces, superándolo, el valor exhibitivo al cultual”.[2] Resulta más increíble aún que, a pesar de la ausencia del rostro, existe en esta imagen una presencia inmanente de lo que Benjamin llama: “el culto al recuerdo de los seres queridos, lejanos o desaparecidos”. La sensación que la imagen produce en el espectador es indiscutiblemente aquello que hace de esta fotografía una verdadera obra de arte--una obra maestra.
Alfredo Jaar juega interesantemente con todas las piezas de la historia de Kevin Carter. Jaar coloca las piezas de una forma original y artística logrando realizar a través de la instalación, su propia interpretación. El artista es capaz de manipular al público a través de varios elementos que incorpora como parte de su obra. Entre estos podemos mencionar el efecto que este logra al proyectar repetidas veces el nombre “Kevin” o “Kevin Carter” o la forma y el “ritmo” con el cual se proyecta el texto en la pantalla. Resulta de igual modo interesante el hecho de que la imagen de la pequeña aparece por muy poco tiempo y que en el momento de su aparición somos casi cegados con una luz que simula un “flash”. Al hacer esto, Jaar logra “invertir a los sujetos”: el espectador se convierte momentáneamente en el objeto a “capturar”. Este cambio repentino que simula el artista despierta una conciencia crítica por parte del espectador. Lo transporta a la dura realidad que pasan millones de niños diariamente: la hambruna y a causa de esto, la muerte.
Mediante el silencio que caracteriza esta exposición se lanza un grito, una llamada a la humanidad—a la concientización del ser humano. Se intenta reclamar justicia. Aprendemos que el silencio a veces vale más que las palabras; y que dentro del silencio propio se pueden hallar los gritos más desesperados de la humanidad. El artista es completamente capaz de conmovernos “en silencio”. Se podría decir que entre medio del fotógrafo y el sujeto existe un silencio mediante el cual se produce un grito alarmante. Se cuestiona la integridad del individuo, es decir, del fotógrafo frente a la inacción. Muchos se preguntaron porque este no ayudo a la niña. Se le llego a referir como “el otro buitre en la escena”, como “depredador”, depredador que espera al momento perfecto para “capturar” el sufrimiento y la agonía de la pequeña. No obstante, aquí entrarían otras reflexiones o consideraciones como lo son: la labor artística y profesional del fotógrafo. Nos preguntaríamos: ¿Hasta qué punto se separa lo profesional o lo artístico de lo ético y moral? El fotógrafo tiene que pensar “visualmente” una vez se enfrenta al sujeto que desea retratar. Es decir, tiene que saber separar la parte sentimental de su labor profesional para realizar la toma “perfecta” pero ¿Hasta que punto?
La gran capacidad artística y creadora de Alfredo Jaar se entiende a través de la propia naturaleza de su obra. Es un gran artista por lo que logra. Es decir, no solamente logra que su obra emane belleza estética si no que lanza a través de instalaciones como estas, y un grito de denuncia utilizando su propio “lenguaje artístico”. Su obra mueve conciencias y exige indirectamente la acción y la reacción por parte del espectador. Es precisamente el carácter ético, propio de su obra, lo que da gran valor a esta exposición.

[1] Walter Benjamin: Discursos Interrumpidos I, Taurus, Buenos Aires, 1989. p.7.
[2] Walter Benjamin: Discursos Interrumpidos I, Taurus, Buenos Aires, 1989. p.7.

Andrea Sofia Garcia Toro

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