jueves, 13 de enero de 2011

Si una imagen vale más de mil palabras ¿cuánto vale todo un universo de imágenes?

Mar Sierra

Una vez más el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía nos sorprende con una muestra que no deja indiferente al visitante. Hasta el próximo 28 de marzo de 2011 podemos visitar la exposición Atlas ¿Cómo llevar el mundo a cuestas?

Se trata de un proyecto organizado por el propio museo y comisariado por el historiador del arte y profesor francés Georges Didi-Huberman. El visitante, que se decida a pasear por sus salas, descubrirá todo un universo de imágenes, envueltas en un aparente caos, con el que se irá familiarizando según avance en su experiencia contemplativa.

Partiendo de la idea que ocupó la mente en los últimos años de Aby Warburg (1866-1929), la creación del Atlas Mnemosyne, la exposición reúne más de 400 imágenes y objetos que recorren la historia policita, social y cultural del siglo XX y del XXI. Aby Warburg, gran conocedor de la historia del arte, ideó un nuevo sistema de entendimiento y organización del mismo donde las palabras y la cronología pasan a un segundo plano. Aquí lo realmente importante es el poder de cada representación y el nexo entre dos imágenes aparentemente opuestas al confrontarlas entre sí. Es importante saber que Warburg entiende un atlas como una herramienta de repaso de los terrores del hombre. Esta idea está presente en la muestra. En sus salas observamos como la política, la guerra, y la locura han marcado la creación artística de los últimos años.

Escapamos de tópicos, de cronologías y de pronto el montaje se vuelve protagonista. Tanto o más que los objetos e imágenes que une entre sí. Experiencias estéticas aparentemente contrarias pueden tener un vínculo si son presentadas de forma inteligente. Conscientes del poder del montaje, tanto Warburg como Didi-Huberman lo utilizan con cuidado, como si fueran Eisenstein ante una de sus películas. Al espectador sólo le queda dejarse llevar.

Junto a la importancia del nexo, en la exposición se vislumbra el poder de lo pequeño, de esas cosas aparentemente poco importantes, del boceto, del trabajo previo a la gran obra y de las que surge el impulso creador. No es una exposición de colosales trabajos artísticos sino donde descubrimos más de cerca a grandes nombres. Nos hace ver así a Klee, a Man Ray, a Malévitch o a Sander en lo desconocido, en su background. Descubrimos de ellos detalles que no hubiéramos pensado que existieran.

Quizás lo que más entretenga al espectador es la sorpresa. En cuando traspasa la puerta, se ve en medio de una laberinto interdisciplinar en la que los formatos lejos de ser aglutinantes dispersan y entretienen. Lo mismo se adentra en un mundo de viajes a través de postales y sellos, que observa fotografías de ciudades o retratos de desconocidos. También hay presencia literaria a través de la obra de escritores, como si fuera un guiño en medio de este laberinto nos regalan un mapa vacío creado por Lewis Carroll.

La visita al museo de arte contemporáneo siempre tiene algo de experiencia interactiva ya que exige gran esfuerzo por parte del espectador. Es él quien crea el mensaje mediante la adhesión de los estímulos que recibe. Como ocurre con las teorías de la percepción estudiadas por la Gestalt el cerebro aglutina según sus propios parámetros, por lo que las respuestas obtenidas serán tantas como espectadores visiten la muestra.

Difícil tarea la de Atlas de llevar el mundo acuestas. Difícil tarea la de Warburg de intentar ordenar el caos. Difícil tarea la nuestra de vivir envueltos en una maraña de imágenes en continua época de rebajas. Esta exposición no es más que una anagnórisis, el espectador de pronto vislumbra que el peso en la era de la información recae sobre sus hombros no ya en los de Atlas pero como no tiene fuerza recurre al valium, al lexatín y al prozac para sujetar el caos. El castigo de los dioses del Olimpo no fue sólo para Atlas sino para toda la humanidad.

DISCURSOS Y MÉTODOS

Una ola de información que nos obliga a proceder a la inmersión, la profundización a través de imágenes, de una acumulación y clasificación de contenidos, de procesos discursivos que sabemos derivan en la intención de recrear cierta descripción cultural. Nada más actual, puro zapping.

Si pretendemos llegar al sentido al que esta propuesta responde, el primer impulso es buscar la referencia en su título Atlas el mapa, la estructura sobre la que organizar y clasificar siguiendo un criterio morfológico, conceptual, simbólico y diferenciador, equiparador, definitorio...miles de variables y una constante – estructura en red - . Junto a una referencia esencial, el cómo que nos remite directamente a la metodología, la otra cuestión que se plantea es la de llevar la carga del mundo, a lo que nos asumimos como encargados de reinterpretar y extraer el significado de esta trama de información, que las imágenes como atlantes, traen a colación. Como siguiente elemento de relación se alude al trabajo de Aby Wardburg.

Si bien se conoce a Aby Wardburg por la fundación de una “Biblioteca para la Historia de la Cultura” y por idear junto a Erwin Panofsky una metodología – Iconología - para la interpretación cultural de la forma artística, terminando por convertirla en una rama de las ciencias históricas, útil para el estudio antropológico y de las civilizaciones. Cierto es también que en su momento se criticó dicha metodología por incurrir en la valoración del puro contenido menoscabando sobre la calidad artística. Sin embargo, hoy, esta metodología se convierte y nos involucra en un ejercicio de máxima vigencia relacional en el que se nos permite ser testigos de la apertura de los procesos creativos y de la construcción discursiva de entidades tales como Sol LeWitt, Giacometti, Paul Klee, Max Ernst...


En la búsqueda de una idea general sobre la exposición sólo se puede recurrir a la hermenéutica; Paul Ricoeur propone en su trabajo Essais D´hermenéutique, 1969, que este procedimiento consiste en extraer el -ser en el mundo- que se halla en el discurso y nos propone una hermenéutica del distanciamiento a través de la cual el discurso una vez emitido se aleja de la intención del autor para permitir la apropiación del mismo y su re-elaboración por parte del receptor.

Es necesario recordar que la exposición está impregnada de una intención epistemológica ya que al acercarnos a ella observamos la existencia de una realidad fáctica-demostrable empíricamente, siempre sujeta a una serie de prejuicios o preconcepciones que aportamos desde nuestra cultura, y nos hace conscientes de la realidad simbólica que tenemos que conseguir relacionar de manera efectiva para alcanzar un conocimiento determinado. Para ello, Panofsky propone tres niveles 1. Preiconográfico (a través de la forma aprehendida), 2. Iconográfico ( interprentando y explicando una imagen dentro de una cultura determinada) y 3. Iconológico (establece un inconsciente individual o colectivo).
Si a esto sumamos lo que conocemos de H.G. Gadamer, decidimos adoptar la postura de jugadores dentro de esta trama-puzle-red-móvil documentativo y someternos a los avatares de esta trama a sabiendas que a la vez que formamos parte de ella , ella nos está formando a nosotros. El trabajo de Alberto Giacometti, On ne joue plus, nos avala.

Aunque se nos presenta el Mnemosyne como proyecto inacabado por A. Warburg, percibimos este testamento metodológico, hecho exposición, como un elemento resucitador tanto del propio trabajo de Warburg como del propio inconsciente individual y de la toma de conciencia sobre el colectivo. 
Esta obra póstuma tiene la capacidad de revitalizar nuestra cultura y nuestra capacidad cognitiva, a la vez que nos da la libertad de apropiarnos de su método o de cualquier dato para re-elaborar un discurso totalmente subjetivo y actualizable a cada instante, nos surge la duda de si su vigencia se encuentra precisamente en la cuestión de no haberse cerrado...manteniendo la coherencia del proceso abierto.





Entre Bastidores: Cultura Contemporánea

"Atlas, como llevar el mundo a cuestas?" es la exposición en la que Georges Didi-Huberman nos muestra como el hombre conoce el mundo comparando imágenes y ragrupándolas, también inconscientemente.


Lo realiza acercando imágenes por asociación de ideas, por paralelismo o similitud de tipo visual o conceptual. Las imágenes son trocitos de mundo recolocados, puestos en dialogo entre ellos en un proceso de intensificación de un rasgo semántico hacia el resultado de resemantización del grupo de imágenes como entidad unitaria. La posición que asumen les confiere un nuevo valor en el espacio y en el tiempo, el nuevo contexto las eleva a nueva vida. Atlas pone en evidencia la importancia del montaje en la creación del significado, reubicar una imagen implica crear significado, esta forma de funcionar es muy similar a la de las palabras, las imagenes de un "cuadro" del Atlas se portan exactamente como las palabras en un texto.

Es un viaje temático, una navegación hipertextual. Los elementos dialogan a formar un significado que a su vez reenvía a otro y finalmente el mundo, o mejor una parte de él, ya que el Atlas no tiene la pretensión científica de ser exhaustivo, se recompone.


No se exponen cuadros, ni esculturas, lo que expone es de naturaleza muy distinta: desde reproducciones fotográficas de grandes obras de arte, documentos escritos, cuadernos de trabajo de escritores o artistas, fotografías originales o no, que a pesar de "La obra de arte en su época de reproducibilidad técnica" entran con todo derecho al museo Reina Sofía. Lo que a Didi-Huberman interesa es como funcionan las imágenes, como declara en una entrevista: "When we look at images we should summon up verbs to say what they do, what they do to us, and not just adjectives and nouns in an attempt to say what they are." le interesa además la imagen como proceso, no como resultado "We need to think of the image as imagination, that is to say, as the process of formation of images.". La definición de imaginación que considera, es la de Edgar Allan Poe, que la contrapone con la fantasía, la imaginación para los dos es: "an almost divine faculty which perceives immediately and without philosophical methods the inner and secret relations of things, the correspondences and analogies."


Su interés por el dialogo de las imágenes no es nuevo, sino heredado directamente de Aby Warburg, que definió su Atlas Mnemosyne: "un museo de la historia de la psicología de las orientaciones intelectuales", allí el historiador reordena imágenes por conceptos e investiga las relaciones entre ellas. El resultado es un atlas antropológico de los mecanismos de conocimiento y de la formación de la cultura: "Dans le caos j'entame une première dignation de toutes les possibilités larvées que un jour formèrent la culture". Didi-Huberman ve en el historiador el iniciador de un nuevo método para escribir la historia del arte, un método heurístico, que describe "L'histoire de l'art comme un savoir-mouvement des images, un savoir en extensions, en rélations associatives, en montages toujours renouvelés, et non plus un savoir en lignes droites, en corpus reclos, en typologies stabilisées", "...ce que peut devenir avec Warburg une histoire de l'art dans l'ère de sa reproductibilité en mouvement".


Mientras Warburg, que realizó su obra en 1924-29 se dedicó sobre todo al arte antiguo con especial interés para el Renacimiento, la exposición actual se centra en el arte del los siglos XX y XXI, se mantiene, como en el Atlas Mnemosyne, el área temática de la guerra y de la locura. La vida de Warburg fue marcada por la primera guerra mundial y él mismo sufrió problemas de enfermedad mental en la época de gran interés hacia el psicoanálisis, debido a los estudios de Charcot, Freud y Jung. Paralelamente en la primera sala de la exposición encontramos Disparates y Caprichos de Goya y en la última fotos de los genocidios de la segunda guerra mundial y vídeos de los bombardeos durante las guerras del Golfo. Hay críticos que han observado que Warburg operó en su área de saber como Freud en el psicoanálisis, el trabajo de arqueólogo que el psicoanalista hace en la mente humana para explicar obsesiones y miedos, el historiador del arte lo hace en el mundo de las imágenes para explicar los complejos orígenes de una escuela, de un estilo o de una obra de arte. Es así que descubrimos los álbumes de fotografías de vegetales de Paul Klee o las fotografías aéreas, de obreros y de guerra de Bertold Brecht.

Visitar Atlas es como navegar por enlaces hipertextuales, cada uno de los cuales lleva a la pagina, el espacio, la mesa de creación de un artista y de esta pasar a otra. Es como vivir el milagro de la creación por el camino de inéditas asociaciones de elementos banales para crear significado original. Un viaje fascinante e intimo entre los bastidores de la cultura contemporánea.

El Atlas de Georges Didi-Huberman

Raquel Pedrao Dommarco
¿Cómo llevar el mundo a cuestas? ¿Cómo, a ejemplo del mito griego de Atlas, podría uno cargar todo el conocimiento del mundo? La obra inacabada de Aby Warburg, el Atlas Mnemosyne (nombre de la Titanide de la memoria, también de la mitología griega), es un intento en este sentido. Diferentemente de los Atlas tradicionales (compilaciones cartográficas/ geográficas), el trabajo de Warburg consiste en reunir imágenes que formen un conjunto, el todo de las imágenes contenidas en el imaginario occidental. Georges Didi-Huberman, curador de la exposición, dice que el Atlas Mnemosyne de Warburg es heredero de los Disparates y los Caprichos de Goya, como herramienta de comprensión de la violencia política de las imágenes en la historia. Llega a esta conclusión debido al hecho de que la obra maestra inacabada de Warburg surge como una reacción a la locura y a la guerra.
En las palabras del curador: “Hacer un atlas es reconfigurar el espacio, redistribuirlo, desorientarlo en suma…”. Atlas ¿Cómo llevar un mundo a cuestas?  presenta un vasto recorrido de imágenes, pero al contrario de exponer clichés visuales ampliamente conocidos, esta exposición parte de la idea de que cada imagen es un conjunto de relaciones y caminos recurridos por el artista antes de la síntesis artísticas. El Altas tiene carácter morfológico, no sintáctico. Es decir, las imágenes se encuentran distribuidas, no como un todo unitario, pero desmanteladas. El proceso artístico, analógicamente a un atlas, presupone ese trabajo de catalogación, de “pre-sintaxis” -un desmantelar el mundo para luego recomponerlo a través de la obra acabada.
Esta premisa explica las flores secas, de largas astas e cuidadosamente pegadas al papel de Paul Klee, el  “Noteboard” de Matt Mulligan (dónde encontramos un risible esquema de su vida con indicaciones de lo que puede suceder a su alma en cuanto muera)  y tantos postales, diarios, garabatos, fotografías y escrituras inusitadas de otros conocidos artistas, filósofos, et cetera (célebres como Walter Benjamin, Jorge Luis Borges, Francisco de Goya y Bertold Brecht son ejemplos) . No apenas nos deparamos con los elementos de dónde surgen las obras de los participantes de la exposición, pero estamos delante de su génesis- desde su inspiración a borradores y incluso algunas tentativas de síntesis.
La idea de Aby Warburg, más que una colección de figuras, propone un  “compendio de gestos”, el pathos de estas mismas imágenes. A través de esta visibilidad, de este montaje visual, los artistas, pensadores, filósofos y estudiosos de toda y cualquier época pueden tornar visible a nosotros el Tiempo, para que así podamos montar, de acuerdo la necesidad de nuestra propia época, una arqueología, o quizás mejor, una  genealogía de la historia que nos permite criticar y pensar nuestra propia condición, pero también crear modelos alternativos.
Si, orteguianamente, somos nosotros y nuestra circunstancia, la disposición del Atlas nos permite reordenar la información de acuerdo con nuestro entorno. Muchas veces durante nuestro paseo por los largos salones de la exposición creamos inúmeras combinaciones sucesivas entre las imágenes e contenidos expuestos – entre ellas entre sí, entre ellas y las obras que conocemos, entre ellas y el mundo objetivo, et cetera. Las sobreponemos, hundimos y combinamos analógicamente como en un montaje Eiseinsteiniano. La heterogeneidad de puntos de vista posibles que caracteriza este atlas visual obliga el espectador a  una postura activa frente a lo expuesto, al contrario de simplemente aceptar pasivamente el arte delante de sí por el simple hecho de que está colgada en un museo. Por tanto, el Atlas de Georges Didi-Huberman deja de ser “sólo otra” exposición de arte contemporánea y pasa a configurarse como una nueva propuesta entre las relaciones arte-espectador.

El mundo como almacén: una interpretación

Sara Díez Ortiz de Uriarte

Fritz Saxl, en La historia de la Biblioteca Warburg (1886-1944), comenta cómo la biblioteca de este historiador del arte “cambiaba con cada cambio producido en su método de investigación y en sus intereses” y cómo Aby Warburg la remodelaba con el fin de que expresara ”mejor sus ideas sobre la historia de la humanidad¹”.

De la misma manera que los libros de esta biblioteca, las imágenes seleccionadas y reagrupadas en la exposición Atlas. ¿Cómo llevar el mundo a cuestas? componen un cuerpo de pensamiento vivo. Este dinamismo implicaría una inabordable tarea de actualización de la muestra con nuevas fotografías y obras de arte, así como la reordenación de los paneles en función de los nuevos diálogos que pudieran plantearse entre las imágenes. No obstante, la exposición, una historia documental del imaginario occidental desde la Primera Guerra Mundial hasta la actualidad, obedece lógicamente a un criterio estático.

El Atlas Mnemosyne, a pesar de ser una de las piezas centrales –por el soporte teórico que encierra la obra y el despliegue de varios de sus paneles–, no agota la muestra, en la cual las imágenes se agrupan siguiendo un criterio temático: la guerra, la ciudad como almacén de los objetos más variados, la literatura o el erotismo, entre otros.

Para lo que sí puede servir el proyecto que Warburg dejó inacabado al morir es para identificar un punto de partida en una exposición que, al acaparar un cuerpo de imágenes tan heterogéneas, puede resultar caótica o que adolece de un criterio unitario. La idea de Warburg era recoger una extensa colección de imágenes que recapitularan y expusieran su visión de las fuerzas que habían determinado la evolución de la mente occidental. Y en esa evolución tiene un papel destacado la memoria, aquel lugar donde estarían almacenados los símbolos colectivos e individuales de la civilización occidental. Así, según Warburg, los recuerdos tendrían una doble función: por un lado, la de proteger, al ofrecer explicaciones mitológicas o racionales; y por otro lado, la de amenazar, al aumentar la tendencia a la energía orgiástica.

El afán enciclopédico de la muestra, en deuda con el del propio Warburg, encuentra en el siglo veinte un paralelo en escritores como Jorge Luis Borges y personajes ficticios como el Palomar de Italo Calvino. La metáfora más adecuada para aproximarse a la naturaleza de Atlas la podemos ubicar en la ciudad, el espacio heterogéneo y expansivo por excelencia; aquel que es escenario de las imágenes bélicas de Thomas Ruff (Nacht 20 1) y en el que conviven, sin orden ni jerarquía aparentes, los Botones Facockta de Moyra Davey con los Paisajes del suelo de Alan Fleischer. A propósito de este caótico almacenaje es interesante uno de los textos que apoyan gráficamente la exposición.

“El atlas no desglosa los objetos según categorías preestablecidas, definiciones rigurosas o jerarquías ideales: se conforma con recoger –o sea respetar– el gran troceamiento del mundo”.

En este atlas no sólo tienen cabida los objetos, sino también el conjunto de gestos y pasiones humanas, las fórmulas del pathos en las que, según Warburg, el tiempo se torna visible.

La sensación común en los visitantes no iniciados que se enfrenten a obras como Enseñando el alfabeto a una planta (John Baldessari) puede ser la desorientación. El vídeo parece lanzar un consejo sobre la necesidad de renovar la mirada y desautomatizar el lenguaje para adueñarse de la muestra y, en un plano más amplio, “del planeta, o por lo menos de todo lo que de un planeta puede caber en un ojo²”. Quizá de esta manera ciertos objetos y experiencias se nos iluminen fuera de las clasificaciones convencionales, accedamos a un nuevo tipo de conocimiento o podamos profundizar en ciertos aspectos sobre nuestro inconsciente individual y colectivo.


¹ GOMBRICH, E. H. (1992). Aby Warburg. Una biografía intelectual. Madrid: Alianza Editorial.

² CALVINO, I. (2001). Palomar. Madrid: Siruela.

miércoles, 12 de enero de 2011

La deconstrucción del Panta rei en el rostro del tiempo

La huella sustituye a la práctica. Manifiesta la propiedad (voraz) que tiene el sistema geográfico de poder metamorfosear la acción para hacerla legible, pero la huella hace olvidar una manera de ser en el mundo (Michel De Certeau, 1980)

Javier Ossorio Parra

Entrar en la exposición Atlas, ¿Cómo llevar un mundo a cuestas? en el Museo de Arte Contemporáneo Reina Sofía y cuestionar la palabra orden en la idea preconcebida de lo que puede llegar a ser un atlas es un acierto. Este supuesto orden de la definición del mundo como tal, queda, naturalmente, infringido por Aby Warburg que crea un nuevo orden del pensamiento histórico, deconstruyendo el significado de la intervención del hombre en el mundo de forma anacrónica. No hay una guía que seguir, ni leyes, ni por supuesto axiomas. La proposición de Warburg es tan libre como la opinión del espectador, y tan abierta como la propia definición del mundo.

El hombre se ha ido apoderando del planeta a base del concepto ‘yo tengo’. Desde la visión milimétrica del panoptismo antropológico podemos hablar de miles de cuestiones con respecto a la tierra: desterritorialización, tierras limítrofes, reterritorialización, en fin. En Atlas, ¿Cómo llevar un mundo a cuestas?, la creación del historiador de arte Aby Warburg atraviesa el siglo XX y parte del XXI con una personal e intransferible segmentación de fronteras, redistribuyendo la tierra y la metrópolis urbana, descomponiendo el mundo y la historia tal y como lo conocemos, utilizando el arte como objeto explicativo e instrumento para la final conformación de tu propio mundo. Un arte que no se centra en obras puntuales, sino que es la globalidad del arte la que forma una misma idea: la deconstrucción del mundo en cualquier punto del tiempo y del espacio.

Adentrarse lentamente en la exposición implica un ejercicio heurístico alejado del pragmatismo cultural. Aby Warburg rechaza el procedimiento del olvido; un ejercicio irreversible de mirar hacia delante sin tener en cuenta la historia reciente de la humanidad. Hay que partir de cero, ser una especie de recién nacido adulto y percibir la relación del hombre con el entorno y con el arte, el origen del mundo y el rostro del tiempo. Los desastres de la guerra, los estudios del hombre en interrelación con el mundo y con el sufrimiento, el arte como servicio de la política y la construcción del miedo como arma gubernamental de control son centros neurálgicos en la obra de Werburg. De forma subrepticia y desde puntos mediáticos y políticos, el miedo se ha instaurado en la sociedad en busca de la alienación, la no respuesta, la asunción y creer que todo lo extraño y ajeno es peligroso. Como dijo Ulrich Beck: ‘Buscamos soluciones biográficas a contradicciones sistemáticas; buscamos la salvación individual de problemas compartidos’.

Mirar el mundo de Warburg es como tumbarse en el césped y ver pasar las nubes con el mismo sentido que Stieglitz hizo con sus Equivalencias. Para ello utiliza la mitología griega, la fotografía, la escultura, el cine, las disposiciones urbanísticas……. como hilo transmisor del enfoque de su obra más ambiciosa.

‘El aquí y el ahora delimitan la instancia espacial y temporal coextensiva y contemporánea de la presente instancia del discurso que contiene el yo’ (E. Benavente, Problemas de lingüística general, París, Gallimard, t.2, 1974, pp 79-88). Por eso, asistir a la exposición del Reina Sofía es conocer un sabor ineluctable e incomprensible que entraña una búsqueda de un lugar en el mundo para el hombre. Esa búsqueda viene dada por la visión del arte, que son los nombres que articulan una frase en forma de “significado” que nuestros pies construyen sala tras sala.

En el conjunto de la obra de Warburg somos conscientes de un “progreso” en el espacio llamado mundo. Pasear por las calles de la tierra y por el inexorable tiempo, implica una asunción irreductible; la de observar como todo desaparece poco a poco, se regenera, se destruyen habitáculos y conceptos cosificados en algún momento de la historia y se (re) construyen nuevas edificaciones, movimientos y teorías, nacen nuevas formas de ser heredadas de otras nuevas formas de ser.

La otredad y la alteridad son puntos perpendiculares en la relación del hombre con el mundo, por eso Aby Warburg actúa en la memoria de la reciente historia de la humanidad, y esa memoria es su patio particular donde juega con el conocimiento social.

Con un fondo casi incognoscible y una forma colectiva crea un pensamiento individual del mundo en deconstrucción, con un conjunto de mapas en forma de obras de arte y simbología inter-disciplinarias, heterogéneas y con una funcionalidad que nada tiene que ver con la concreción y sí con la obsolescencia de valentía de análisis históricos como el que hace Aby Warbung.

Pensar en clave de fotograma

Paula Muñoz Rodríguez

El reprimir la naturaleza en un marco de pálidas imágenes es sin duda el deseo del que sueña. Hechizarlas, llamándolas de nuevo, ése es el talento del poeta (Walter Benjamin)

Desde el 26 de noviembre y hasta el próximo 28 de Marzo se celebra en el Museo de Arte Contemporáneo Reina Sofía la exposición Atlas, ¿Cómo llevar el mundo a cuestas? Una muestra comisariada por Didi-Huberman, que propone hacer visible el nuevo marco de pensamiento introducido por Aby Warburg en el conocimiento histórico y de las imágenes, a través de la interpretación del Atlas Mnemosyne.

Decía Walter Benjamin que ‘los contenidos no son sino esas capas que tan solo tras una investigación cuidadosa entregan todo aquello por lo que nos vale la pena excavar: Imágenes que, separadas de su contexto, son joyas en los sobrios aposentos del conocimiento posterior’ (Imágenes que piensan Obras, IV, I, p. 377.) Aby Warburg tomó esta idea al pie de la letra y se aproximó de manera premonitoria al estado de construcción de nuestra memoria actual: un compendio de fotogramas que pasan por la pantalla de nuestra mirada constantemente. Trató de dotar esas imágenes de significado empapándolas de la esencia que adquirían como parte de un todo. Un todo que se presenta en este proyecto como una caja de bombones: la definición del sabor de cada uno de los chocolates, dependerá del que te hayas comido antes y sobre todo del que pruebes después. Así, Warburg propone conocer la esencia del arte desde las relaciones entre las diferentes etapas y despegándose de cualquier prejuicio tradicionalista.

A la vista queda, por tanto, que Warburg no solamente se adelantó a la forma actual de conocimiento (el de los links, los hipervínculos y Google), sino que además rompió con los rígidos paradigmas historicistas y estético formales para proponer un nuevo concepto: la aproximación a la Historia del Arte basada en las relaciones entre sus componentes. No se trata de coger los fenómenos de manera aislada unos de otros, sino de hacerlos hablar, dialogar. Ponerlos unos frente a los otros y observar la música que suena al poner una al lado de la otra las diferentes notas que reflejan las obras y sus procesos de creación.

Atlas se presenta ante nuestra mirada como un esqueleto o –si seguimos la metáfora- un pentagrama. Es lo que subyace en el imaginario artístico de nuestro tiempo. Las obras que aparecen en el recorrido de la memoria que Warburg construyó no son sino testimonios de un proceso de creación que nos permiten entender de una manera totalmente revolucionaria el panorama del arte actual. Desvelan el entramado del entendimiento en sí de la obra, acercándonos a los artistas y a su modo de relacionarse con su entorno: algo fundamental si queremos aproximarnos de una forma objetiva al arte contemporáneo de nuestro siglo. Tal y como señaló Huberman esta exposición ‘no ha sido concebida para reunir maravillosas pinturas, sino para ayudar a comprender cómo trabajan algunos artistas, de manera que no se ven las bellas acuarelas de Paul Klee, sino su herbario y las ideas gráficas o teóricas que brotaron de él(…); ni los cubos minimalistas de Sol LeWitt, sino sus montajes fotográficos en las paredes de Nueva York’.

Atlas, ¿Cómo llevar el mundo a cuestas? es ‘una historia de fantasmas para adultos’ que quiere recoger las piezas dispersas que componen el puzle del mundo de manera que al completarlo, salgan a la luz aspectos que pasaron desapercibidos sobre el inconsciente de nuestra visión.

El carácter inacabado del proyecto unido a lo fragmentario de la obra de Warburg ha hecho que la aproximación a sus teorías haya sido complicada. Por ello la exposición, junto con la publicación del Atlas Mnemosyne en Castellano (Editorial Akal) resulta una perfecta excusa para recuperar a este ‘famoso desconocido’ y sumergirse en una perspectiva de la Historia del Arte que no puede estar más vigente.

Un mundo boca abajo, pero catalogado

Por Monalisa Rigo

En un mundo abarrotado de información la propuesta de la exposición actual del Museo Reina Sofia es una invitación a un nuevo orden. Una reforma del pensamiento clásico de orden alfabético, dimensional, cronológico u originario. Una catalogación del lo visual en un mundo postmoderno.

Aby Warburg, buscaba en la cultura popular, en la ciencia, en la magia y en la religión sentidos equivalentes y fue con la construcción de su Atlas “Mnemosyne” donde se cuestionó la manera de cargar con el mundo a cuestas, en analogía al dios Atlas. Estudiar el pensamiento de Warburg es cimentar las esperanzas de un mundo reorganizado con puntos de vistas heterogéneos alternativos.

En su entorno de guerra y locura, Warburg nos propone el conocimiento mediante las imágenes, la forma en que conocemos el Atlas, una colección de cosas singulares que albergan un saber infinito y abierto. Pero ¿por qué no volver a partir del cero, reordenar las cosas de la A a la Z y deshacerse de lo que no es fecundo? Y es de ahí de donde surgen otros tres replanteamientos, raíces del pensamiento warburgiano: la propuesta de rehacer el orden de los tiempos, el lugar común y el orden de las cosas.

Todos estos replanteamientos son una manera de analizar la creación artística. Será por esto que a veces el boceto se hace más intenso que la propia obra finalizada.

En este pequeño ejemplo llamado “Atlas ¿Cómo llevar el mundo a cuestas?”, nos topamos sorprendentemente con esta prueba, justificada por Bloosfeldt y su belleza botánica, Tapies y sus códigos secretos, la veracidad del soporte en las fotos de Moyra Davey y las formas y sus variaciones en la obra de Charles Ross. También están el álbum de fotos de las Autobiografías Reordenadas de Valcárcel Medina, la relectura de Nabokov hecha por Barbara Bloom en Cajas de Mariposas de Nabokov y Sol LeWitt y sus estudios de la tipografía callejera. Todo esto de lado a lado, compartiendo un mismo pasillo y evidenciando el eslabón de la “Historia Natural Infinita” según apuesta el comisario de la exposición, Georges Didi-Huberman, citando Paul Klee.
Al igual que los lugares, las temporalidades coexisten en estos objetos. El punto desde donde alzas la mirada también es nuevo. Allí están las esculturas de Giacometti, pero en forma de maquetas o fotografías. Es el efecto experimental propuesto de “la lámina-tablero” o “el cuadro-mesa”

Y en un análisis menos formalista y más profundo, es verdad que todo Atlas oculta algo de imparcialidad o una vocación crítica. Al final es una colección ordenada a partir de un concepto particular, lo que también se ve en la obra de Warburg. En Mnemosyne su intención implícita es desvelar los monstruos de la razón de su época.

La exposición termina evidenciando lo que apenas estaba en el subconsciente. La importancia de Warburg para la Historia del Arte es comparable a la importancia de Freud, su contemporáneo, para la psicología. Incorporar la memoria inconsciente en la catalogación es una manera de traer a la superficie lo reprimido, haciendo con que el acto de archivar y desarchivar pueda reflejar fantasmas de la mente. Como él mismo afirmaba: “en fórmulas de pathos, el tiempo se torna visible”. Lo coleccionable son los miedos que cada uno lleva dentro, en formato de un pasado jamás olvidado y transformado en huellas del presente, fugaces y superficiales.

Es todo un juego simple, surgido a partir de la idea de desglosar los objetos según categorías preestablecidas, definiciones rigurosas o jerarquías ideales, aceptando el privilegio de recoger la gran fragmentación del mundo, sin despreciar su caos original.

Atlas o la necesidad de clasificar el mundo

Por: Juliana Correa H.


La obsesión por documentarlo todo, por clasificarlo todo, por inventariar todo lo existente es una característica propia de los seres humanos. Nos pasamos buena parte de nuestra vida organizando, clasificando, archivando.

Cuenta la mitología que Atlas desafió a los dioses y fue castigado teniendo que llevar la bóveda celeste sobre sus hombros. Dicen algunas versiones de esta leyenda, que al tener que llevar el peso del mundo a cuestas, se convirtió en un gran erudito, era el peso del conocimiento total lo que agobiaba al titán.

El Atlas Mnemosyne de Aby Warburg es el punto de partida para esta exposición en el museo Reina Sofía comisariada por Georges Didi-Huberman , conocedor en profundidad de la vida y obra de Warburg, quien renovó no solo el estudio de la historia del arte sino de la imagen.

Estudios, postales, cuadernos de viaje, notas, tablas, esquemas, recortes de prensa, diagramas, nos permiten acercarnos al proceso de creación de un artista. Vemos cómo el impulso creativo necesita decantarse y se traduce en claves que en ocasiones pueden ser incomprensibles para un espectador, pero que tienen sentido total para un artista.

Ese es precisamente uno de los grandes méritos de esta exposición, que nos permite adentrarnos en los fragmentos de realidad que terminan por generar una obra de arte. Aquí tenemos la oportunidad de observar partituras de Schubert, los esquemas preparatorios de algunas conferencias del propio Warburg, fotografías o bocetos que pueden darnos una idea de cómo el artista ha decidido clasificar y recomponer su mundo. Hay, indefectiblemente una selección de aspectos por algún mecanismo quizás inexplicable, un ejercicio puramente subjetivo. Subraya la muestra como el artista se fija en aquello que muchas veces desechamos, objetos que pasamos por alto y que se vuelven motivo de interés para un creador.

¿Cómo relacionamos unas cosas con otras, cómo asociamos dos o varios elementos? Atlas nos invita a reflexionar un poco sobre estos asuntos. Las clasificaciones no dejan de ser arbitrarias, pero están allí para facilitarnos la comprensión del entorno. Para los artistas, en ocasiones la forma de organizar su mundo tiene que ver más con las percepciones y las emociones que con órdenes y clasificaciones predeterminados.

Jorge Luis Borges, en su Idioma analítico de John Wilkins habla de una enciclopedia china que clasifica a los animales en pertenecientes al emperador, embalsamados, amaestrados, lechones, sirenas… se nos plantean entonces infinitas posibilidades y combinaciones que incluso se asoman al terreno poético. Tratamos de establecer clasificaciones racionales y lógicas, pero si algo deja en evidencia esta muestra, es que es posible inventar nuevos estándares. Muchos artistas, durante el siglo XX y lo que va del XXI se han atrevido a hacerlo.

¿Cuántas variaciones puede tener una quemadura del sol? es lo que registra Charles Ross en su obra Solar Burn, ¿De qué maneras puede agitarse el mar en las costas? Esto lo documenta la británica Susan Hiller en su serie de fotografías Rough Sea, las cuales son descritas con precisión gracias a tablas en las que se especifican las características de cada imagen.

Warburg en su ambicioso intento de explicar la historia del arte logró conectar civilizaciones distantes, crear nuevos puntos de referencia, jugó con el tiempo, creó “links” insospechados. Tuvo que pagar un alto precio por su Atlas Mnemosyne: la locura. Años después, llega a comprenderse la trascendencia de su obra, que hoy es tenida como referente en el estudio de la Historia del Arte. Warburg trabajo cinco años en esta idea, entre 1924 y 1929. Su ambicioso proyecto quedó inacabado. Pero todo Atlas es en sí, un proyecto inconcluso e inagotable porque sus posibilidades son infinitas, lo cual se hace manifiesto en esta exposición.

Atlas ¿Cómo llevar el mundo a cuestas? es también una invitación a mirar a los artistas no desde sus grandes obras, sino desde trabajos preparatorios o incluso obsesiones particulares que nos revelan nuevas facetas de los creadores.

ATLAS: El sueño de comprender el mundo

Olaya Vide Pérez


En aquellos paneles –negros, móviles, dinámicos– convivían imágenes de esculturas clásicas, recortes de prensa, cuadros de Botticelli, bestiarios, dibujos metafísicos, panfletos, sellos... Suponían la confirmación del método warburg, del valor de las imágenes en cuanto manifestaciones simbólico-culturales. El Atlas Mnemosyne, como el mismo Aby Warburg lo denominaría, quedó inconcluso a su muerte, pero fue suficiente para legarnos una forma de memoria de la civilización europea, un nuevo código de lectura del documento visual, una magdalena inconsciente, una búsqueda del tiempo, perdido, pasado, presente, futuro.

La exposición ATLAS. ¿Cómo llevar el mundo a cuestas?, partiendo de la obra de Warburg, propone un punto de encuentro, una especie de itinerario transversal, de la heurística del artista de los siglos XX y XXI, que se presenta equivalente al propio método de aquel historiador. Se trata, pues, de la otra cara de la creación artística: la recopilación de extractos de mundo/mundos –bajo la ambición de descubrir uno verdadero– se formula mediante la plasmación heterogénea de la realidad física, la reunión de objetos o manifestaciones peculiares, la exploración del gesto, la inscripción de la metamorfosis continua de la realidad circundante, la obsesión por lo que ya no miramos o nunca hemos mirado, la fragmentación del tiempo histórico como reflexión y liberación de lo atroz –ese espectáculo goyesco que nos rodea–, la coexistencia de varios tiempos y espacios en un mismo objeto... Y así, inmersos en la onírica relación con nuestro entorno, en una persistente relatividad en la que la información lingüística se desplaza constantemente hacia la información visual en nuestro conocimiento científico del mundo, comienza la revalorización del atlas de imágenes como moldeador polisémico de memorias y realidades. El artista como arqueólogo y geneálogo. La interpretación de lo exterior a modo de antología del fragmento, desde un ángulo que configura un nuevo viejo espacio artístico y que subyace tras las grandes obras de los artistas presentados. Así, conseguimos al fin digerir cómo un pintor puede ser a la vez un fotógrafo, un biólogo o un escultor; un fotógrafo será un cineasta, un escultor o un psicoanalista; un cineasta es un poeta. Extraer la esencia de lo vivido engloba gran cantidad de manifestaciones, nadie conoce el mundo desde la visión única de una sola experiencia. Los desenfocados Baader-Meinhof de Richter, las flores secas de Paul Klee, las sevilletas dobladas de Tapiès, el puerto de Marsella de Moholy-Nagy, las esculturas involuntarias de Brassaï, la Gradiva de Victor Burgin. “Une catastrophe/C'est la première/Strophe d'un poème/D'amour”, dice Godard, mediante gesto, violencia y verso fraccionados.

El amplio recorrido de imágenes que ofrece la exposición, al igual que la que ofrecen los paneles de Warburg, nos sitúa ante una especie de collage/décollage casi buñuelesco. La propia unión de fragmentos que pretenden cohesión nos dan idea de la real luxación de nuestra percepción, que será al fin lo que más se ajuste a una verdad “absoluta”. El todo está fragmentado, y viceversa (¿qué vino antes, el todo o el fragmento?). El valor de estructura no-fija de aquellos paneles se simboliza en el museo mediante el elemento mesa, superficie de reordenación, lugar de trabajo. Con cada nueva composición el mensaje se transforma. El mismo valor toma entonces el añadir una imagen que el arrancarla. En consecuencia, el contexto se convierte en la obra misma, un contexto cultural ilimitado, no jerarquizado, pero siempre en crisis, una continua dialéctica entre lo apolíneo y lo dionisíaco, entre el sueño y la embriaguez. Lo que al fin y al cabo se manifiesta y a la vez se oculta bajo imágenes y sus asociaciones, bajo constelaciones, estrellas que ya estaban ahí y que decidimos un día unir, como sueños hechos fotogramas que nunca pretendieron proponer una lógica narrativa. A pesar de todo, las llamamos Andrómeda o Casiopea, los atamos con la correa de un fiel perro andaluz, siempre en busca de la historia que una esas escenas y que finalmente nos haga comprender.

martes, 11 de enero de 2011

ATLAS

Rebeca Pérez de la Torre.

Partiendo de la idea del Atlas Mnemosyne creado por el historiador del arte Aby Warburg, el comisario de la exposición Didi Huberman realizará el montaje de ésta. El Atlas Mnemosyne de Warburg es un “atlas de imágenes” para componer así la memoria - su propia memoria - y la “memoria del mundo”. Lo realiza tras su trágica experiencia vivida en la Primera Guerra Mundial lo que le supondría el ingreso en un centro psiquiátrico. Un atlas no entendido como conocemos comúnmente a un conjunto de imágenes cartográficas o una enciclopedia - fijas e inamovibles -, sino como un conjunto de imágenes cambiantes ya que estos paneles que componían el atlas los iba modificando cada día, suprimiendo o añadiendo nuevas imágenes y que, aunque a simple vista no tengan relación tienen sin embargo un hondo significado: configurar la memoria.

Huberman, en la primera sala presenta las fotografías de este Atlas Mnemosyne y la representación clásica de Atlas; a continuación entramos en el primer espacio de la galería 103, donde encontramos un cúmulo de obras las cuales aparentemente no tienen relación como sucede con el resto de las exposición. No encontraremos tampoco grandes obras, grandes maestros, grandes escuelas. Lo que vamos a ver es la presentación de una forma de pensar, de cómo el pensamiento se transforma en imágenes, de cómo este pensamiento se desarrolla a través de las obras de arte en un pensamiento lógico como si se tratase de un ensayo o narración ejecutado no en papel, sino a través de las salas de un museo. Un pensamiento eso sí, muy difícil de llegar a él, si no se va algo preparado antes de ver la exposición. No bastaría sólo con leer el tríptico que el amable personal de información te proporciona ya que sólo con esto, saldremos con la sensación de no haber visto nada “importante” o conocido, de no haber entendido nada y pensando que es una exposición más “de este arte contemporáneo que nunca se entiende”.

Podría pensarse incluso en una exposición bastante aburrida, con obras eso sí, nunca expuestas previamente, por lo poco bellas o conocidas de éstas, pero una vez que se conoce el significado, uno se da cuenta de que hasta este momento quizás nadie había planteado una exposición de arte de esta manera; de cómo explicar un pensamiento filosófico a través del arte.

Esta idea estaría dividida en cuatro grandes salas. En la primera, a través de las obras expuestas tan dispares como unos grabados de Goya o fotografías de Victor Burgin, Huberman planteará el conocimiento del ser humano a través de las imágenes. Se trata por lo tanto de un atlas de imágenes; Estamos educados a ver las imágenes como nos han enseñado. Existe una “educación de las imágenes”.

A continuación, se presentan obras con una característica en común, la forma; diferentes depósitos de agua, pero iguales en su forma; diferentes tipos de plantas, pero iguales en su forma. Conocemos el mundo, a través de las formas. El siguiente espacio sería el conocimiento a través de los lugares, mostrando entre otros, las Fotografías de Guerra salvadas de la biblioteca de Warburg por sus colaboradores tras un bombardeo.

La última sala sería el conocimiento a través del gesto. El gesto patético que ya existía en la antigüedad no ha cambiado sin embargo con el transcurrir del tiempo. Las plañideras que figuraban en las vasijas o en las pinturas de los grandes templos griegos, son las mismas que encontramos hoy en los cementerios llorando a sus muertos.

Finaliza con una proyección donde se visualizan gestos comunes a todas las culturas, credos y religiones. Reconocibles sin importar de dónde procedas. Gestos que, alguna vez, todos hemos hecho por tradición, creencia, curiosidad o quizá sólo porque son eso: gestos.

Huberman por lo tanto, con este Atlas, daría con la solución al problema planteado por Warburg de cómo almacenar la memoria del mundo: con esta gran exposición.

Atlas, desde la mirada del artista

Clara López Cantos

¿Es en sí la realidad de un Atlas lo que recopila el relativismo de la mirada individual? Atlas, una exposición inmensa dentro del inmenso relativismo del intento de clasificar el mundo, de lo que fue, de lo que está siendo y de lo que podría llegar a ser. Por ello Atlas nos ofrece recopilaciones, nuevas perspectivas y clasificaciones de miradas inquietas, nuevas percepciones. Atlas nos muestra otros tipos de historias y que del mismo modo provienen de la realidad. Viaje hacia imaginarios diferentes, espacios abiertos para las conexiones y nexos, en su mayoría hacia la búsqueda de lo sensible.


Nos acercamos al abismo del saber, ese Atlas que cae sobre el hombre con la enormidad de datos, detalles y anécdotas por aprender; el video Enciclopedia Británica de John Lathan que se proyecta en la exposición, nos ofrece el pase de páginas de un libro de forma muy rápida, tan rápida que las imágenes no pueden llegar a verse, y mucho menos asimilarse. ¿Cómo llevar el mundo a cuestas? La experiencia sensible que nos produce el video es la frustración del hombre contemporáneo en su necesidad de elegir un camino hacia el conocimiento. La cantidad de opciones nos nublan, ¿hacia qué punto enfocar nuestra mirada? Los artistas nos responden mostrándonos sus propios puntos de vista y reconstrucciones de la realidad. Nos envuelven criterios en cuanto a lo visual, mesas de trabajo y montaje para exponer esquemas, reconstrucciones, anotaciones y relaciones de diferentes pensamientos desde una posición heurística en algunas ocasiones: Partir de cero, reorganizar todo desde el principio y una separación de lo inteligible y lo sensible. Los cuadernos de viaje son un ejemplo en libro para impregnar las experiencias, encontramos el de Meyer Shapiro de 1926, como ejemplificación de esto, y en cambio el video de John Baldessari, Enseñando el alfabeto a una planta, de 1972, nos traslada a lo impensable de la realidad. La propia imaginería que simplemente juega con retales y trozos encontrados, como jugaba Max Ernst creando Maximiliana o ejercicio ilegal de la astronomía. También se nos muestra el propio ejercicio de colección, a partir de las conexiones de los propios saberes, que han servido de inspiración, como Plantas sobre papel con imprimación de 1930 que construyó Paul Klee llevándonos a ese ansia del hombre de fusionarse con su naturaleza, sentirse dentro de su propia composición biológica y la fascinación por lo universal, Charles Ross nos acerca al infinito con su composición Quemadura solar. La condición de hombre en el mundo mira hacia el universo y hacia su propio espacio: El mapa, poetizando el espacio y con su propia imagen, como Robert Filliou y su mundo al revés o el juego con las postales que realizan muchos artistas. Otros en cambio prefieren mirar a lo que el hombre desecha o a los no lugares: En las paredes del Lower East Side, de Sol Le Witt.


Las pasiones humanas también se convierten en datos de Atlas, viajes hacia los sentimientos, los sueños e ideologías, Un metro cuadrado , 2009, de Vayacheslav nos traslada a este mundo con su composición de cajas de cerillas, o la obra audiovisual de Pascal Convert, Directo-Indirecto 1-2, que nos envuelve en el trastorno del sueño. Passionément de Ghérasin Luca, nos deleita con la sublimidad del gesto, siendo el cuerpo humano el protagonista del relato. Estos tejidos humanos nos llevan desde la delicadeza de unas manos hasta los demonios de la guerra. Y es el propio Aby Warburg el detonante de esta exposición, el cual fue una figura que transformó la visión de la historia del arte con su proyecto Mnemosyne, mirando la realidad desde otras perspectivas, desde los disparates y caprichos de Goya, la realidad de amor y odio, del acontecimiento guerra y la autodestrucción del hombre, del consciente y del insconsciente sin limitarse a la mera cronología y clasificación alfabética. Aby Warburg abrió la libertad de interpretación de la historia y desafió los sistemas canonizados y establecidos de lo que llamamos Atlas.