jueves, 16 de diciembre de 2010

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ELE E

EL PODER DE LA CONTEXTUALIZACIÓN

La ensayista y novelista estadounidense Susan Sontag dijo una vez que “la fotografía es un rito social, una defensa contra las angustias y un instrumento de poder”.

“Una defensa contra las angustias”, esta frase podría servir como definición de las dos exposiciones que se encuentran imbricadas en la Galería Oliva Arauna por el origen neurálgico-social de Alfredo Jaar, pero diferenciadas en el contexto, el fondo y las formas, aunque estén instaladas en un mismo hecho: la fotografía. Todo gira en torno a ella, y lo que ella puede significar, ya sea sus letales repercusiones morales o los efectos que provoca sobre el espectador.

Entrar en una galería implica una liturgia íntima al posarse delante de la obra de cualquier artista, ver primero y observar segundo alejado de convencionalismos y preceptos, buscando con una cierta lógica de desesperación la contextualización de lo que estamos viendo. En este caso, la contextualización viene dada por un texto impreso. Vemos unas fotografías de escasas dimensiones y enseguida acudimos al papel para que nos aclare de quién se trata y, por consiguiente, de qué se trata; son tres mujeres con un mismo nexo en común: la defensa de los más desfavorecidos. Las fotografías (Three Women) recogen los rostros de la birmana Aung San Suu Kye, la mozambiqueña Graça Machel, y en una sala posterior, la hindú Ela Bhatt.

El bello orden espacial de las fotografías, de tamaño reducido y focalizadas nos lleva a una primera impresión de desamparo mediático, inversamente desproporcional a la labor que realizan estas mujeres en pro de los derechos humanos y de un mundo mejor. Seguramente, un alto porcentaje (incluido el que escribe) tuvo que echar mano de la explicación impresa para saber de quién se trataba alguna de ellas, una lástima.

Esta sensación de marginación mediática nos lleva a una irremediable levedad del sonido de estas tres defensoras de las injusticias sociales, relegadas al ostracismo de esos focos que las iluminan.

La disposición de la exposición no es casual y contiene un halo de maldad sana, ya que nos quiere adentrar al tema principal de “The Sound of Silence”, pasando previamente por unos fluorescentes dignos de la ceguera instantánea. Y ahí está, una video-proyección contextualizada en la figura del fotógrafo sudafricano Kevin Carter, irremediablemente vinculado a su celebérrima y trágica fotografía. Desde el mismo momento en que se dio a conocer la fotografía, han diluviado centenares de críticas y comentarios tanto a favor como en contra que llevaron a Carter a extremos opuestos de los paralelogramos del odio y del amor. De ganar el premio Pulitzer, a suicidarse.

La video-proyección trata de humanizar la figura de Carter contándonos parte de su vida anterior a esa fotografía. Su desacuerdo con la política del Apartheid y su defensa de los negros que le llevó a dejar el ejército y a convertirse en fotógrafo. Y de cómo conoció el lado más terrible de la condición humana fotografiando guerra y hambre. Jaar, al igual que hiciera Robert Capa en la Guerra Civil se posiciona del lado más débil, y de forma poética habla de Kevin, Kevin Carter y de cómo un alma sensible sucumbe a su propia suerte.

Pero, ¿dónde está la línea informativa, dónde estriba la diferencia del ser o estar, dónde la objetividad y dónde el intervencionismo del periodista que observa una guerra, el hambre, la muerte?, ¿no tuvo que sacar la fotografía?, ¿cuántas muertes, cadáveres o gentes con inanición en el mismo instante en el que su trabajo se convirtió en presenciar el hecho, mientras aplicaba unos determinados conocimientos visuales del entorno y ejercía una presión sobre un botón hicieron falta para que el término “cotidiano” invadiese todo lo que fotografiaba, y así, determinar la perspectiva suficiente para que no fuese consumido por lo que vio? Son preguntas que habría que hacerle a Sebastián Salgado, J. Natchwey, R. Facelly, K. Bernstein o al propio Kevin Carter para saber su grado de implicación en lo que hacen.

La video-proyección trata de humanizar la figura de Carter pero, ¿hace falta esa humanización? ¿la humanización de la figura es una disculpa a la fotografía?

Javier Ossorio Parra

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