lunes, 13 de diciembre de 2010

Sobreexposición

La video-instalación de Alfredo Jaar se divide en dos, un muro exterior que refleja una luz incandescente y un cuarto oscuro donde se proyecta un video. En la entrada del cuarto una cruz recibe al visitante señalándole por medio de una luz verde, el momento correcto para ingresar. Este signo recrea un espacio fúnebre que exige silencio.
Una vez adentro se proyecta una imagen negra sobre la cual, a través de frases cortas, se narra la vida del fotógrafo Kevin Carter. El nombre del fotógrafo se repite insistentemente en la pantalla entrecortando el relato y creando una tensión en el espacio, tensión que se incrementa conforme avanza la proyección del video.
Finalmente se interrumpe este relato por medio de un flash simulado, que proyecta la imagen de la polémica fotografía de Carter.

Esta obra es una gran metáfora del mundo contemporáneo en relación con los medios de comunicación. Refleja el intento de los grandes empresarios, y en general del mundo entero, por apropiarse y hacer digerible el horror que despierta esta fotografía. La instalación recrea ese juego entre la sobreexposición cegadora de los medios y la vida interior que soporta en silencio la injusticia.

El discurso en la pantalla se abstiene de omitir juicios directos sobre Kevin Carter, sin embargo, el orden del mismo expone una crítica a esa doble moral de los que manejan el poder mediático, político y cultural.
En el video Jaar revela información de Carter totalmente omitida por los medios de comunicación: sus varios enfrentamientos con la violencia militar y sus anteriores intentos de suicido.

El relato muestra la perorata de críticos que se aterran al ver la fotografía acusando de insensible a Kevin Carter. De manera que toda la importancia de la imagen se vuelca en la figura del artista, como si éste fuera el culpable de la situación de pobreza e injustica en el “tercer mundo”. La imagen al ser reproducida junto a los discursos censurantes de los Mass Media, pierde su valor crítico y pasa a convertirse en un espectáculo del reproche.

Jaar cuenta cómo a pesar de desconocer por completo el antes y después de la fotografía, los medios arremetieron contra el artista asegurando que este no hizo nada por ayudar a la niña. Nadie cuestionó el manejo comercial que se le dio a la imagen, la cual al ser sobreexpuesta estimuló el morbo de la gente propiciando esa ceguera colectiva. La mirada del espectador fue desviada por completo de la fotografía.

La imagen pasó a un segundo plano dando pie a la polémica que alimentaban los medios de comunicación en torno al artista. La gente se preguntaba aterrada qué había sucedido con la niña y todo se redujo a un plano moralista en el que se veía al fotógrafo como esa figura de profesional insensible.

En medio de todo este sensacionalismo aparece la figura enigmática de Bill Gates, quien se hace acreedor de los derechos de autor de esta imagen comercializando por completo su valor. Simultáneamente el mundo académico se manifiesta dándole a Carter el premio Pulitzer, todo lo cual generó mucho más resentimiento e indignación hacia el artista, quien termina suicidándose meses después de recibir el premio.

La exposición también es una reflexión sobre el fotoperiodismo y las implicaciones éticas de esta profesión en relación con el mundo. ¿Qué implica ganarse la vida vendiendo imágenes de la miseria humana? ¿Por qué se ve con horror esta práctica, si es la base que sostiene la estructura socioeconómica del mundo entero?

En este sentido el fotoperiodismo, como otros medios que trabajan con la imagen, refleja el espíritu enfermo de un sistema social establecido hace años. Y es este espejo lo que no se le pudo perdonar a Kevin Carter; que su imagen, y toda la crueldad asociada a la misma, fuera el reflejo de ese espíritu.

El flash de Jaar, le devuelve al espectador su propia imagen, sus propios juicios de valor.


Jessica Natalia Villa Dávila

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