lunes, 6 de diciembre de 2010

Cuando el silencio se vuelve proyector de cine

Mar Sierra
Dice el creador chileno Alfredo Jaar que la gente ha perdido la capacidad de conmoverse. Como respuesta artística crea The Sound of Silence, una instalación que ha recorrido parte del mundo y que podemos ver hasta el próximo 8 de enero en la galería Oliva Arauna (Barquillo, 29, Madrid). Con esta obra Jaar celebra y resume sus 30 años de afamada carrera.

El artista nos invita a entrar en un mausoleo, con forma de cubo. En su puerta, como ocurre en tantos sepulcros, encontramos una cruz latina en esta ocasión hecha con leds. A modo de semáforo esta cruz luminosa, ahora roja, nos indica que no podemos pasar. La espera, siempre incómoda, dispara la mente del espectador que ya está haciendo cábalas intentando adelantarse a lo que encontrará en el interior. Seguro que es algo que ilumine, me digo. O eso espero. Ya que en uno de los extremos de la caja varios fluorescentes ciegan al que mira.

La cruz se pone verde. Creyendo haber descubierto el secreto paso al interior.

El pequeño mausoleo por dentro es oscuro. Una pantalla iluminada con barras indica que algo va a comenzar. También hay un par de bancos. Me siento como por costumbre, ¿será así como son los mausoleos? ¿En realidad los muertos pasan la eternidad viendo películas? Sin duda esta disposición nos recuerda el pasado del artista, que viene del mundo del cine. Esperamos en completo silencio, sólo de lejos se escucha una cadencia, el zumbido del proyector.
No es la primera vez que el artista trabaja con máquinas de escribir. Ya lo hizo en The power of words en 1984. En esta ocasión no vemos la máquina pero notamos su presencia. La pantalla en negro comienza a llenarse de letras mecanografiadas que nos trasladan a otro lugar. Las palabras, una tras otra y a ritmo lento nos introducen en la historia biográfica del fotoperiodista y premio Pulitzer 1994 Kevin Carter. Él fue el creador de una de las imágenes más comentadas del siglo XX, una fotografía realizada en Sudán en 1993 en la que un buitre acecha a una niña hambrienta y sin prisa espera su muerte. Sin prisa esperó también Carter para tomar la fotografía. Sin prisa nos lo cuenta Jaar. Sin prisa observamos.

Jaar nos habla de esta imagen y de cómo dio la vuelta al mundo tras su publicación. A su alrededor se crearon todo tipo de juicios de valor y de movimientos de opinión que fueron desencadenante del suicidio del propio Carter un año después.

Buscando el impacto y tras siete minutos de texto Jaar muestra la esperada fotografía. La acompaña de un rápido fogonazo de luz que produce el respingo del espectador. Nos hace saltar pero ¿nos impacta? ¿Qué busca Jaar?

El artista se queja de un mundo anestesiado, que no se estremece. Pero ¿su dialéctica es la adecuada? Si esta caja fuera una máquina del tiempo y les presentara este video a unos vecinos del pasado quizás ellos podrían reaccionar, pero ¿lo hacemos nosotros? Acostumbrados como estamos a que la realidad supere siempre a la ficción en este siglo en el que vivimos, desbordados por imágenes devastadoras y terribles ¿qué es lo que pretende? ¿Que gritemos ante el silencio? ¿Que gritemos ante una imagen?
Es natural que el artista se plantee estas disyuntivas teniendo en cuenta que ha trabajado como fotógrafo. ¿Qué se siente al retratar una realidad aterradora? Jaar a pesar de haber experimentado vivencias similares no es capaz de trasmitírnoslas. Nos deja indiferentes.

Somos hijos de nuestro tiempo. No se nos puede criticar porque nos quedemos impasibles ante una fotografía. ¿Qué podemos hacer entonces? Si no tuviéramos esta barrera no podríamos vivir ante todo el horror que generamos.

Lo que Jaar parece no saber es que antes de entrar a su mausoleo ya estábamos muertos. Hemos sido testigos de tantas atrocidades que nuestra indiferencia, como la propia muerte, ni siente ni tiene prisa.

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