jueves, 13 de enero de 2011

Si una imagen vale más de mil palabras ¿cuánto vale todo un universo de imágenes?

Mar Sierra

Una vez más el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía nos sorprende con una muestra que no deja indiferente al visitante. Hasta el próximo 28 de marzo de 2011 podemos visitar la exposición Atlas ¿Cómo llevar el mundo a cuestas?

Se trata de un proyecto organizado por el propio museo y comisariado por el historiador del arte y profesor francés Georges Didi-Huberman. El visitante, que se decida a pasear por sus salas, descubrirá todo un universo de imágenes, envueltas en un aparente caos, con el que se irá familiarizando según avance en su experiencia contemplativa.

Partiendo de la idea que ocupó la mente en los últimos años de Aby Warburg (1866-1929), la creación del Atlas Mnemosyne, la exposición reúne más de 400 imágenes y objetos que recorren la historia policita, social y cultural del siglo XX y del XXI. Aby Warburg, gran conocedor de la historia del arte, ideó un nuevo sistema de entendimiento y organización del mismo donde las palabras y la cronología pasan a un segundo plano. Aquí lo realmente importante es el poder de cada representación y el nexo entre dos imágenes aparentemente opuestas al confrontarlas entre sí. Es importante saber que Warburg entiende un atlas como una herramienta de repaso de los terrores del hombre. Esta idea está presente en la muestra. En sus salas observamos como la política, la guerra, y la locura han marcado la creación artística de los últimos años.

Escapamos de tópicos, de cronologías y de pronto el montaje se vuelve protagonista. Tanto o más que los objetos e imágenes que une entre sí. Experiencias estéticas aparentemente contrarias pueden tener un vínculo si son presentadas de forma inteligente. Conscientes del poder del montaje, tanto Warburg como Didi-Huberman lo utilizan con cuidado, como si fueran Eisenstein ante una de sus películas. Al espectador sólo le queda dejarse llevar.

Junto a la importancia del nexo, en la exposición se vislumbra el poder de lo pequeño, de esas cosas aparentemente poco importantes, del boceto, del trabajo previo a la gran obra y de las que surge el impulso creador. No es una exposición de colosales trabajos artísticos sino donde descubrimos más de cerca a grandes nombres. Nos hace ver así a Klee, a Man Ray, a Malévitch o a Sander en lo desconocido, en su background. Descubrimos de ellos detalles que no hubiéramos pensado que existieran.

Quizás lo que más entretenga al espectador es la sorpresa. En cuando traspasa la puerta, se ve en medio de una laberinto interdisciplinar en la que los formatos lejos de ser aglutinantes dispersan y entretienen. Lo mismo se adentra en un mundo de viajes a través de postales y sellos, que observa fotografías de ciudades o retratos de desconocidos. También hay presencia literaria a través de la obra de escritores, como si fuera un guiño en medio de este laberinto nos regalan un mapa vacío creado por Lewis Carroll.

La visita al museo de arte contemporáneo siempre tiene algo de experiencia interactiva ya que exige gran esfuerzo por parte del espectador. Es él quien crea el mensaje mediante la adhesión de los estímulos que recibe. Como ocurre con las teorías de la percepción estudiadas por la Gestalt el cerebro aglutina según sus propios parámetros, por lo que las respuestas obtenidas serán tantas como espectadores visiten la muestra.

Difícil tarea la de Atlas de llevar el mundo acuestas. Difícil tarea la de Warburg de intentar ordenar el caos. Difícil tarea la nuestra de vivir envueltos en una maraña de imágenes en continua época de rebajas. Esta exposición no es más que una anagnórisis, el espectador de pronto vislumbra que el peso en la era de la información recae sobre sus hombros no ya en los de Atlas pero como no tiene fuerza recurre al valium, al lexatín y al prozac para sujetar el caos. El castigo de los dioses del Olimpo no fue sólo para Atlas sino para toda la humanidad.

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