jueves, 13 de enero de 2011

El Atlas de Georges Didi-Huberman

Raquel Pedrao Dommarco
¿Cómo llevar el mundo a cuestas? ¿Cómo, a ejemplo del mito griego de Atlas, podría uno cargar todo el conocimiento del mundo? La obra inacabada de Aby Warburg, el Atlas Mnemosyne (nombre de la Titanide de la memoria, también de la mitología griega), es un intento en este sentido. Diferentemente de los Atlas tradicionales (compilaciones cartográficas/ geográficas), el trabajo de Warburg consiste en reunir imágenes que formen un conjunto, el todo de las imágenes contenidas en el imaginario occidental. Georges Didi-Huberman, curador de la exposición, dice que el Atlas Mnemosyne de Warburg es heredero de los Disparates y los Caprichos de Goya, como herramienta de comprensión de la violencia política de las imágenes en la historia. Llega a esta conclusión debido al hecho de que la obra maestra inacabada de Warburg surge como una reacción a la locura y a la guerra.
En las palabras del curador: “Hacer un atlas es reconfigurar el espacio, redistribuirlo, desorientarlo en suma…”. Atlas ¿Cómo llevar un mundo a cuestas?  presenta un vasto recorrido de imágenes, pero al contrario de exponer clichés visuales ampliamente conocidos, esta exposición parte de la idea de que cada imagen es un conjunto de relaciones y caminos recurridos por el artista antes de la síntesis artísticas. El Altas tiene carácter morfológico, no sintáctico. Es decir, las imágenes se encuentran distribuidas, no como un todo unitario, pero desmanteladas. El proceso artístico, analógicamente a un atlas, presupone ese trabajo de catalogación, de “pre-sintaxis” -un desmantelar el mundo para luego recomponerlo a través de la obra acabada.
Esta premisa explica las flores secas, de largas astas e cuidadosamente pegadas al papel de Paul Klee, el  “Noteboard” de Matt Mulligan (dónde encontramos un risible esquema de su vida con indicaciones de lo que puede suceder a su alma en cuanto muera)  y tantos postales, diarios, garabatos, fotografías y escrituras inusitadas de otros conocidos artistas, filósofos, et cetera (célebres como Walter Benjamin, Jorge Luis Borges, Francisco de Goya y Bertold Brecht son ejemplos) . No apenas nos deparamos con los elementos de dónde surgen las obras de los participantes de la exposición, pero estamos delante de su génesis- desde su inspiración a borradores y incluso algunas tentativas de síntesis.
La idea de Aby Warburg, más que una colección de figuras, propone un  “compendio de gestos”, el pathos de estas mismas imágenes. A través de esta visibilidad, de este montaje visual, los artistas, pensadores, filósofos y estudiosos de toda y cualquier época pueden tornar visible a nosotros el Tiempo, para que así podamos montar, de acuerdo la necesidad de nuestra propia época, una arqueología, o quizás mejor, una  genealogía de la historia que nos permite criticar y pensar nuestra propia condición, pero también crear modelos alternativos.
Si, orteguianamente, somos nosotros y nuestra circunstancia, la disposición del Atlas nos permite reordenar la información de acuerdo con nuestro entorno. Muchas veces durante nuestro paseo por los largos salones de la exposición creamos inúmeras combinaciones sucesivas entre las imágenes e contenidos expuestos – entre ellas entre sí, entre ellas y las obras que conocemos, entre ellas y el mundo objetivo, et cetera. Las sobreponemos, hundimos y combinamos analógicamente como en un montaje Eiseinsteiniano. La heterogeneidad de puntos de vista posibles que caracteriza este atlas visual obliga el espectador a  una postura activa frente a lo expuesto, al contrario de simplemente aceptar pasivamente el arte delante de sí por el simple hecho de que está colgada en un museo. Por tanto, el Atlas de Georges Didi-Huberman deja de ser “sólo otra” exposición de arte contemporánea y pasa a configurarse como una nueva propuesta entre las relaciones arte-espectador.

No hay comentarios:

Publicar un comentario